Por mucho que nos lo parezcan las emociones son físicas, no psicológicas. La mente las dispara, pero el cuerpo es quien las siente.
Por este motivo, modificando la posición del cuerpo podemos engañar a la mente y “disfrazar” nuestras emociones.
Por ejemplo, cuando estamos enfadados o deprimidos hacemos unos gestos concretos sin darnos cuenta (mirada baja, ceño fruncido, hombros caídos…), pero si en ese momento nos esforzamos en sacar pecho y forzar una sonrisa (por ejemplo mordiendo un lápiz) no conseguiremos solucionar nuestros problemas milagrosamente, pero sí que nos mejorará el estado de ánimo y esto a su vez nos ayudará a superar ese estado.
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